Este ilustre humanista, nacido en Caracas en 1781 y muerto en Santiago de Chile en 1865, puede considerarse como la figura intelectual más destacada y de mayor relieve en la cultura hispanoamericana del siglo XIX.
Por las escasas referencias y testimonios que han llegado hasta nosotros, Andrés Bello era de contextura débil en la apariencia, facciones delicadas y expresivas, un carácter serio, frecuentemente meditabundo, a veces algo melancólico y un entendimiento precoz, vigoroso y perspicaz
(Amunátegui). Las notas de sus contemporáneos -Bolívar, Álamo, Fernández Madrid- o de quienes las trazaron por trato posterior (Amunátegui) o por tradición auténtica -Juan Vicente González, Arístides Rojas-, nos dan un retrato bastante exacto de cómo era Andrés Bello en la época de su vida -adolescencia y juventud- cuando se definen los rasgos individuales. Las cualidades morales e intelectuales y su carácter introvertido nos dibujan la imagen de un hombre que se había destacado en la sociedad de su tiempo, como notable personalidad.
Andrés Bello vivió sus primeros años en la casa del abuelo materno, Juan Pedro López, situada detrás del convento de los Mercedarios, en Caracas. La vecindad del convento de La Merced tuvo real trascendencia en el niño Andrés, por cuanto que la biblioteca conventual fue centro de sus primeras lecturas, y donde, además, entró en relación con su maestro de latinidad, fray Cristóbal de Quesada (1750-1796), notabilísimo conocedor de la lengua y literatura latinas, quien echó los cimientos del humanismo clásico en el alma de Andrés Bello.
Concurre para sus primeras letras a la escuela que con el nombre de Academia, regentaba en Caracas don Ramón Vanlosten. En 1797 inició sus estudios en la Real y Pontificia Universidad de Caracas, hasta graduarse de bachiller en artes en 1800. No prosiguió estudios más avanzados, aunque se inscribió en el primer curso de medicina. Vivió entregado sin descanso a las lecturas de buenos textos y se contrajo, además, a estudiar por su cuenta el idioma francés, primero, y luego el inglés, lo que le dio una preparación excepcional en el medio caraqueño de su tiempo.
A los años de 1797 y 1798 deben corresponder los días en que Bello dio clases a Simón Bolívar, año y medio menor, en la suerte de academia privada que la familia del futuro Libertador le organizó en su propia casa. Bolívar recordará más tarde ese magisterio como timbre de buena enseñanza.
El 2 de enero de 1800, formaba parte Andrés Bello de la expedición de Alejandro de Humboldt (1769-1859) y Aimé Bonpland (1773-1858), quienes acometían el ascenso a la Silla de Caracas, cima del monte Ávila, a cuyas faldas está la ciudad.
En 1802, gana el concurso para proveer el recién creado cargo de oficial 2.º en las oficinas de la Capitanía General de Venezuela. A partir de 1802, no se producirá ningún acontecimiento cultural y público en la Capitanía General hasta 1810 en donde no esté visible la mano y la presencia de Bello. En abril de 1804 llega a Caracas la expedición de la vacuna, encabezada por Francisco Javier Balmis (1753-1819). En 1807, Bello fue nombrado por el capitán general interino Juan de Casas, secretario en lo político de la junta de la vacuna. Redacta las actas entre 1807-1808. La vacuna antivariólica revestía enorme trascendencia, pues las epidemias de viruela habían sido terrible flagelo desde el siglo XVI sobre toda Venezuela. Bello participó en el regocijo con la puesta en escena de su obrita en verso Venezuela consolada, y compuso un largo poema, en endecasílabos asonantados, «A la vacuna», acaso la composición poética de más aliento en la época juvenil del poeta.
En 1808, se produce en Caracas un acontecimiento de importancia: la introducción de la imprenta con el primer taller de Mateo Gallagher y Jaime Lamb, traído de Trinidad se inicia el 24 de octubre de 1808. Acordó el gobierno local emprender la publicación de un periódico oficial de la Capitanía, la Gaceta de Caracas, y lógicamente, por su prestigio, Andrés Bello fue designado su primer redactor. Será el redactor del periódico hasta junio de 1810. Acomete a fines de 1809 dos proyectos: el Calendario manual y guía universal de forasteros en Venezuela para el año de 1810; y con Francisco Isnardi (1750-1820) la nonata revista El Lucero, de la que sólo apareció el prospecto. El Calendario Manual contiene el «Resumen de la historia de Venezuela», escrito por Bello. Es la prosa más importante que conocemos del humanista, antes de partir de Caracas, en la cual se manifiesta con propio estilo y anticipa los temas de su mejor poesía, las «Silvas», que escribirá en Londres.
Produjo durante los días de Caracas hasta 1810 algunas poesías originales juveniles: el romancillo «El Anauco»; los sonetos «Mis deseos», «A una artista», «A la victoria de Bailén», la octava a la muerte del obispo Francisco Ibarra (1726-1806), y el romance «A un samán». La égloga «Tirsis, habitador del Tajo umbrío» y la oda «A la nave», son, quizás, las poesías más indicadoras del numen poético de Bello, quien seguía las fuentes originales de la cultura latina (Horacio y Virgilio), a través del mejor castellano de los clásicos españoles. Tenemos noticias de traducciones, hoy perdidas, la del canto V de la Eneida y de la Zulima, de Voltaire.241.