1500 documentos inéditos ven la luz en Washington, sin aportar nada relevante al caso. Las teorías conspiratorias siguen imponiéndose a la conclusión oficial: Lee Harvey Oswald fue quien disparó
EL PAIS YOLANDA MONGE.
Washington – 15 DIC 2021.
Desde hace casi sesenta años, haga quien haga la encuesta, el resultado siempre es el mismo: la gran mayoría de los norteamericanos sigue sin creer que a John F. Kennedy lo matara una sola persona. Una pequeña minoría comulga con la conclusión oficial de que Lee Harvey Oswald disparó al demócrata. Si hay un caso que da para teorías conspirativas ese es el del asesinato de uno de los presidentes más conocidos de la historia de Estados Unidos. Investigadores, periodistas, historiadores, cineastas -fue Oliver Stone en 1991 quien con JFK: caso abierto, abrió los ojos a muchos de sus compatriotas-, todos buscan la famosa smoking gun (pistola humeante) que revele quién asesinó a Kennedy, ya fuera la CIA, el FBI, los soviéticos, la mafia, los anticastristas o cualquier enemigo de un mandatario que parecía querer cambiar el mundo.
Como ocurre cada cierto tiempo, cuando vence el plazo y se deben hacer públicos documentos secretos mantenidos bajo llave en nombre de la seguridad nacional, la expectativa ante lo que puedan arrojar los archivos es capital. Tratándose la esperanza de conocer la verdad, con mayúsculas, es estratosférica. Este miércoles había llegado el día, mes y año de que los Archivos Nacionales levantaran el secreto oficial que pesaba sobre 1.491 documentos relativo en Dallas (Texas), en 1963.